Los padres y madres nos sentimos a veces en la obligación de explicar a nuestros hijos “la verdad sobre la vida”. Para ahorrarles sufrimientos, que sean más precavidos, que consigan lo que quieren y no les pase como a nosotros… “por su bien”.

Esta “verdad sobre la vida” es según nuestra versión ¡claro!, según nuestras experiencias, aciertos y fracasos, miedos y preocupaciones. En realidad, aunque tenemos buena intención, les programamos para que repitan nuestros patrones de vida, miedos, intereses, formas de resolver los problemas, incluso nuestras formas de relacionarnos, prejuicios, valores y contravalores…. Este proceso se realiza, sobretodo, en los primeros años de vida. ¡Para bien y para mal!

Inconscientemente, no lo pensamos, pero pronunciamos frases, realizamos acciones…cuyas consecuencias no imaginamos.

Carlota, la protagonista del cuento “Cuéntamelo para crecer consciente”, que he publicado hace unos meses, nos da un dato más sobre su vida en esta segunda edición. (Copio el extracto):

“Cuando tenía 5 años, lo que más le gustaba era disfrazarse de mariposa y recorrer la casa, el jardín… deprisa, despacio, a ras del suelo, dando vueltas. Cerraba los ojos y era capaz de imaginar que estaba en un campo o en una ciudad.

Pero sus padres decidieron que ya era hora de contarle como era “de verdad la vida” y le dijeron: ­-Carlota, ya eres mayor y vas a empezar a estudiar. Ser mariposa es imposible, no puedes volar como ellas, tendrás que pensar en ser cosas más realistas.

Carlota pensó que sus padres tenían razón y dejó las alas.

No nos damos cuenta. ¿Qué podemos hacer? Primero, ser más conscientes de este proceso educativo, de lo que influimos en nuestras hijas e hijos. Para ellos, somos muy importantes. Hasta cierta edad, su referente principal.

Segundo, ser conscientes de lo que decimos, cómo educamos, con qué palabras y acciones y qué logramos con ello. No sólo qué conseguimos ahora, en este momento, sino que les inculcamos de cara a su futuro. Por ejemplo: ¿Si tengo miedo a que fracase, no será que tengo miedo a mi propio fracaso? En realidad, considero que el fracaso es algo negativo, que hay que evitar. Los niños (y los adultos) aprendemos en la vida de los fracasos y de los aciertos. Los fracasos son herramientas estupendas de aprendizaje. El fracaso puede traer consigo emociones como la tristeza o el enfado. Pero, estas emociones también son herramientas valiosas de aprendizaje.

Significa esto, que ¿no puedo decirle la verdad sobre lo que pienso de la vida y de mi vida? No, eso no es justo.  Nuestra experiencia es valiosa.

Teniendo en cuenta el momento y la edad, puedo contarle lo que me pasó a mí, lo que hice, lo que aprendí de aquello, pero me ahorraré “las frases de adulto sabelotodo” las “verdades absolutas sobre lo que hay que  hacer en la vida” que eran justo las que odiábamos de nuestros propios padres y las que, a pesar de eso, hemos heredado y nos han hecho vivir de una determinada manera. Frases que recordamos, que nos han hecho tomar decisiones y que las tenemos tan dentro que a veces ni siquiera sabemos que nos regimos por ellas, aunque no nos gustaban de pequeños.

Yo creo, personalmente, que en mi infancia escuché demasiados “ten cuidado…porque en la vida…” Y he tenido tanto miedo y dudas…que hasta hace poco no he conseguido saber lo que quería ser y hacer. Me emociona pensar que la vida me ha conducido a realizar aquello que soñaba con hacer con 12 o 13 años: Ser escritora, ilustradora y educadora.

SEAMOS CONSCIENTES.

Por cierto, Carlota si consiguió lo que soñaba de pequeña. ¿Qué imaginabas y soñabas tú de pequeño?

 

Puedes contactar conmigo en gsrivera2@hotmail.com

 

 

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